miércoles, 16 de febrero de 2011

Reflexión: Día 3


Si alguien no jugó alguna vez al juego de no pisar la línea de las baldosas o las baldosas de un cierto color, es que no tuvo infancia (o no tenía baldosas, sólo suelos de hormigón liso...).
En la más extrema de la soledad infantil, resulta un pensamiento espacial repentino que, sin ser tradición ni un juego escrito, surge espontáneamente al darle a algo tan insignificante como es el mínimo hueco con forma lineal entre piedra y piedra, un valor positivo o negativo que no debe rozar con ningún extremo del zapato. Se supone que no ocurre nada físico si se pisa, pero la imaginación no hace pensar en un castigo, sino en una norma fácilmente ignorada sin perjuicio en su hecho.

Valorando modelos espaciales inventados e impuestos por uno mismo, desde el momento en el que se dice "de aquí no paso", "esto no lo haré", sin motivo, sólo por entretenimiento, llenando espacio temporal con conductas que no son nada funcionales a simple vista, y que no son simple entretenimiento, sino que suponen una comprensión diferente del espacio tal y como está concebido. Nadie puso una baldosa al lado de la otra para determinar un límite sino para seguir una constancia fijada por la lógica estética, que la persona que juega rompe para manipularla a su gusto. Una decisión que rompe el por qué de las cosas por antojo, sirviendo al capricho cognitivo de la mente en el espacio, y el pie en su suelo.

1 comentario:

Marta G. dijo...

anda y que no he jugado yo veces a eso, aunque mola más que el suelo de tu casa sea de lava y sólo puedas ir por los sofás